by Eri


 —Duerme.
Le había pillado. Probablemente porque él estaba igual, con los nervios en el estómago, la cabeza a punto de gritar de pánico, temiendo que parpadease y ella se hubiese vuelto a esfumar.
Negó con la cabeza.
—No puedo. No puedo quitarle los ojos de encima. ¿Y si no se despierta?
Los dos la miraron, dormida, profundamente dormida como si nunca hubiese estado a punto de morir y llevarse a todos consigo. 
¿Y si se despierta y no es ella?
—Sé que es duro —murmuró —, pero en algún momento vamos a tener que dejar de preocuparnos de que vuelva a marcharse.